Everybody's gotta learn something

 


I


Subo al autobús varias veces al día.


Durante la mañana, el mundo se incorpora con lentitud, resistiendo el embate del sueño mientras los primeros rumores de sol se derraman.



Por la noche, los faros de los vehículos dibujan un horizonte improbable, delineando la realidad que  aparece tras diluirse la ciudad en la oscuridad.



Observo las siluetas perfilándose contra los ventanales


destino trenzado, se cruzan las trayectorias


la luz logra abrirse paso también a través de nuestra sombra.




II



Reposan las manos de un hombre pakistaní sobre el volante de un autobús berlinés


una chica dominicana atiende en la recepción de un hotel en Londres;



kilómetros al sur,


llego a la oficina y me pregunto por la pertinencia de la rutina.




La estructura es en cierto modo precisa,


por eso es probable su quiebre.




III


Cada minuto de la vida entregado al trabajo es renuncia,


la entrega a entender el vacío es también una ofrenda al dolor.



Decidir dónde depositar la vida que a uno le pertenece. Aspirar a un control imposible sobre el absurdo...



Aún si al alcance una casa, el sustento, el hogar, bajo alguna expresión latiendo la disonancia.




IV


Las neuronas se abrazan tejiendo un cielo que trabaja en expandirse, sin acertar nunca a cubrirlo todo.


Los vértices del pensamiento resplandecen, eficaces.




No todos vinimos al mundo a aprender las mismas lecciones.


https://youtu.be/ppzoBclWpaA?feature=shared






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